El funcionamiento de la memoria

No hay duda de que la memoria no mejora con la edad. Pero, de unas personas a otras se dan grandes contrastes: algunas mantienen una gran capacidad a edades muy avanzadas y otras son víctimas de un declive precoz.

La función esencial de la memoria es registrar y almacenar la información que percibimos. El proceso es el siguiente:

• percepción (visual, auditiva, táctil, gustativa, olfativa)
• integración de la información en su contexto
• almacenamiento y restitución de la información.

Las alteraciones de la memoria se pueden producir en cualquiera de esas etapas.

En un proceso de envejecimiento normal, todas esas funciones se conservan globalmente, aunque su puesta en marcha es más laboriosa. Una información nueva es más difícil de memorizar cuanto más abstracta y compleja sea. Con frecuencia, la información se memoriza convenientemente y lo que falla es el recuerdo (es decir, su restitución): así se comprueba cuando, con el simple hecho de facilitar indicios, resurge toda la información.

Memoria y envejecimiento

Se dice que el envejecimiento no afecta a la memoria de los hechos del pasado más lejano. En realidad, los recuerdos lejanos sí se borran, y sólo subsisten los que tienen una gran carga afectiva. Olvidar hechos del pasado es natural, sobre todo si ha habido un grave problema afectivo o se están tomando ansiolíticos, medicamento que «borra» algo la memoria.

La presbiacusia (sordera ligada a la edad) y la pérdida de agudeza visual provocan también problemas de atención y, por tanto, de memoria. Por eso, es preciso procurar oír bien (utilizando un audífono) y tener una buena corrección visual (gafas).

Aún así, con la edad se produce un declive de las posibilidades de identificación perceptiva: el cerebro identifica con menos rapidez lo que oye y lo que ve, lo que entraña también una pérdida de información.

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