¿Hay unos sentidos más importantes que otros?

La importancia que se concede a cada uno de los sentidos difiere según las épocas, los entornos y las organizaciones sociales. La vista y el oído son sentidos indispensables para una vida activa y cotidiana autónoma. Y más todavía en nuestro mundo actual, que favorece la comunicación visual y auditiva: desde los periódicos a la televisión, pasando por internet y el teléfono, todo está pensado para utilizar la vista y el oído. Sin embargo, para alguien que, por ejemplo, vive en el desierto será primordial distinguir los olores, reconocer los sonidos o sentir la humedad o sequedad del aire.

El gusto, el olfato y el tacto son también indispensables para nuestro equilibrio, y fundamentales para la memoria. La gastronomía está considerada ya como un arte, pero ¿nos preocupamos de educar el gusto de los niños? ¿Se considera a la nariz un órgano noble? Podemos hacer el siguiente experimento: recorrer a pie un itinerario poco conocido fijándonos en lo que nos rodea y hacer una lista cuando lleguemos a casa. Tendremos imágenes (tiendas, señales, carteles...), ruidos (niños jugando, las campanas de una iglesia...), pero ¿qué hemos captado con la nariz?

El tacto está aún menos valorado. Y, sin embargo, es el primer sentido con el que nos comunicamos con el mundo exterior: al ser tocado (lavado, cambiado, vestido, mecido...) y al tocar su propio cuerpo, el bebé descubre que hay un dentro y un fuera, que él se diferencia de los demás, que es una persona completa. Durante toda la existencia, el tacto es un sentido fundamental, tanto para la vida afectiva como para la sexual, pero también para cada uno de nuestros actos cotidianos: es imposible vivir sin tocar.