El duelo y sus etapas II: trabajar las emociones y el dolor
La palabra duelo viene de dolor. Para superar el duelo toca calar hondo en las emociones y aprender a gestionar las diferentes sensaciones producidas como consecuencia de la pérdida.
Hay que tener en cuenta que cada persona experimenta el dolor por la pérdida con una intensidad y una duración distintas, pero es casi imposible perder a alguien con quien se ha estado fuertemente vinculado sin experimentar dolor.
Es necesario reconocer y conectar el dolor emocional; darnos permiso para poder tener momentos donde podamos sentirlo evitará que el duelo se vuelva crónico, se complique y se alargue.
En la elaboración de esta segunda tarea puede interferir la presión social, las prisas por querer estar bien, por querer dar una apariencia social de fortaleza. Socialmente el dolor esta estigmatizado como algo mórbido, insano y desmoralizador. Existe la creencia popular de que un amigo que quiere bien a la persona en proceso de duelo debe distraerle del dolor, y es todo lo contrario; ese amigo o persona cercana a nosotros en situaciones de duelo debe de ayudarnos a sintonizar con el dolor, acompañarnos en la fragilidad de la pérdida. De ahí la importancia de encontrar bastones en los que sentirnos legitimados para experimentar las emociones desagradables.
Hay muchas formas de bloquear los sentimientos y negar el dolor: la idealización del fallecido, el abuso de sustancias... Sin embargo, todas estas formas pasan por evitar tener sentimientos dolorosos.
John Bowlby, psicoanalista inglés pionero en los estudios sobre la teoría del apego, explica en su libro El apego y la pérdida lo siguiente: «Antes o después, aquellos que evitan todo duelo consciente sufren un colapso, habitualmente con alguna forma de depresión». Uno de los objetivos del acompañamiento psicológico en procesos de duelo es ayudar a facilitar esta segunda tarea para que el doliente no arrastre el dolor a lo largo de su vida.
Por todo ello, si queremos ayudar a una persona en situación de duelo en este momento, es importante seguir estos consejos:
1. La importancia de la escucha. La escucha es el cordón umbilical entre el doliente y el acompañante, lo que hace que nos sintamos cómodos cuando narramos alguna secuencia de nuestra pérdida, sea el momento de la comunicación de la muerte, una anécdota con el fallecido o una situación que explique nuestra relación con el ser querido. La clave está en la calidad de la escucha del «copiloto».
2. Estimular el relato. Como escuchante es importante escuchar con respeto, legitimando las emociones aparejadas al relato del doliente, pero también invitarle a que nos relate las secuencias con su ser querido «fotograma a fotograma», sin apresurarse, permitiendo que la historia se despliegue.
3. Silencio terapéutico. El silencio, cuando es terapéutico, es una invitación a que el doliente no salga de su emoción, a que siga su relato sin interrupciones, sin salvarlo, sin sacarlo de su frecuencia.
4. Sintonía emocional. Otra de las claves de la escucha reside en buscar la sintonía emocional, es decir, acercarnos a la emoción del doliente. Si, por ejemplo, expresa indignación porque no atendieron a su familiar en el hospital y por eso murió, debemos conectar empática y auténticamente con el enfado que le causa la situación, con una «marcha menos» que la suya en la intensidad, pero encontrando sintonía en la emoción con el doliente.
5. Cadencia lenta en el escuchante. Si, por alguna razón, tenemos que hablar como escuchante, debemos prestar especial atención a hacerlo con una cadencia lenta, a un ritmo y velocidad lentos en el habla que permitan al doliente permanecer en su emoción. Esto le ayudará a su vez a enlentecer su propio relato para descubrir matices de la secuencia distintos a los que normalmente recordaba. Le ayudaremos a ampliar la conciencia sobre lo que sucedió.
6. Escuchar el lenguaje verbal y el no verbal. Además de estar atentos de manera auténtica al mensaje verbal, a lo que se dice, es muy importante tener en cuenta el lenguaje no verbal, los gestos, el tono de voz, la postura corporal, etc., tanto del doliente como de nosotros como escuchantes. Debemos intentar sincronizarnos con su mismo tono, volumen, postura... Esto facilitará establecer un buen vínculo en la comunicación entre el «piloto» -el doliente que habla- y el «copiloto» -nosotros como escuchantes-.
7. Dar tiempo y espacio donde no lo hubo. Una de las funciones de la escucha es poner luz en los asuntos pendientes o situaciones traumáticas de las que no se pudo hablar o de las que huimos como dolientes; dar espacio y tiempo en esas secuencias ocultadas permite digerir y metabolizar el duelo.
8. Aceptar incondicionalmente lo que la persona siente. El duelo es un problema emocional y, más que una salida racional, debemos darle una emocional. No es tan importante si lo que comunica el doliente es objetivo o sobredimensionado, sino que sienta que su emoción es legítima. Escuchar siempre desde el marco de referencia del doliente.
9. Actitud humanista: comprender que en el ser humano el 50 por ciento de las emociones son agradables o cómodas y el otro 50 por ciento son desagradables o incómodas, pero todas tienen su utilidad.
10. Contacto visual: sostener con amabilidad la mirada es como abrazar en la distancia.
Manuel Nevado Rey
Doctor en psicología y autor del libro "El Duelo. Crecer en la perdida"
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