Los factores estresantes externos e internos
No solo provocan tensión las situaciones estresantes externas por sí solas, tienen mucho más poder las actitudes y los pensamientos negativos...
No solo provocan tensión las situaciones estresantes externas por sí solas, tienen mucho más poder las actitudes y los pensamientos negativos, las proyecciones catastróficas hacia el futuro. En ocasiones no depende de nosotros que las cosas se arreglen. Los estresores externos son las presiones a las que nos someten los demás, las prisas, demasiadas actividades que hacer, muchas responsabilidades... Cuanto mejor sepamos afrontarlos, mejor pasaremos el «trago».
Lo malo es que somos víctimas de nuestros propios «estresores internos», es decir, del modo de afrontar las dificultades o cómo las interpretamos.
Funcionan de diversas maneras, por ejemplo, la crítica hacia fuera; hay personas que afrontan su existencia con todo tipo de pensamientos negativos, ven todo negro, no existen situaciones buenas, siempre ven algún defecto, la consecuencia es el mal humor continuo.
Otro modo de estresarse es criticarse a sí mismo. Ante los cambios o actividades de más o menos dificultad, las frases que martillean en la mente son: «No puedo...», «No valgo para esto», «Todo me va a salir mal», etc., con la consiguiente sensación de malestar y ansiedad.
Otra actitud generadora de estrés es el tipo de reacción que tenemos para afrontar el quehacer diario. Por ejemplo, nos podemos empeñar en que las cosas tienen que «ser perfectas» o «hacerse rápidamente». También hay que «complacer a todo el mundo». Hay quien hace «muchas cosas a la vez», además de forma muy complicada; parece que les gusta «el más difícil todavía».
Por último, no podemos olvidar el efecto que ejercen los sentimientos sobre el cuerpo y el pensamiento. La rabia y el miedo provocan mucha tensión. Ambos sentimientos son naturales, y no podemos evitarlos, aunque sí podemos modular su intensidad. Las respuestas físicas de tensión, angustia o ansiedad son frecuentemente provocadas por ellos. La relajación produce sensación de autocontrol, logrando un refuerzo de pautas de conducta más sanas y equilibradas.
Los problemas externos no los podemos evitar, de algún modo hay que «torearlos», pero sí podemos cambiar el modo de afrontarlos.
Partiendo de la respiración consciente y del dominio de las tensiones en el esquema corporal, podemos restar influencia estresora. De este modo, se puede «parar y reflexionar», lo que facilita una mejor utilización de la capacidad objetiva para la observación del «aquí y ahora». Además, se ejercita la mente para buscar posibles soluciones a los problemas. Así, paramos el pensamiento negativo y creamos una conducta más eficaz.
La meditación o la relajación, pues, son excelentes aliados para poder resistir las presiones, ahorrar energía y sentirnos más tranquilos y sosegados. Mejora nuestra actitud ante las dificultades de la vida, depende de nosotros mismos, no es caro y se puede practicar en todo momento y lugar.
El científico español Santiago Ramón y Cajal dijo: «Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro». Hagámosle caso, lograremos desarrollar unas funciones mentales positivas, que nos ayudarán a allanar el camino.
Victoria Artiach Elvira. Psicóloga-psicoterapeuta.
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