¿Se puede mejorar la memoria?
No hay persona de mediana edad que no se queje de fallos de memoria, reales o imaginarios. Ello no significa que no haya que tomar las quejas en serio, pero conviene relativizar las cosas.
En realidad, olvidos los hemos tenido siempre, incluso a los 20 y los 30 años. La diferencia es que, entonces, no nos preocupaban. En cambio, a partir de los 60, hacemos de ellos un drama. En nuestro interior pensamos: «Estoy envejeciendo y por eso estoy perdiendo memoria», como si esa causa/efecto fuera una fatalidad ineludible. Sin embargo, las cosas no suceden así.
Salvo que exista una enfermedad que afecte a las neuronas, la memoria no tiene por qué alterarse con el paso de los años. Solo se hace un poco más lenta (¡y ello desde la treintena!), y las capacidades de atención y concentración se reducen. Lo cierto es que podemos aprender y retener información a cualquier edad, aunque necesitemos un poco más de tiempo y de concentración.
Algo que han comprobado los especialistas es que los problemas de memoria tienden a aparecer después de acontecimientos importantes: una enfermedad, la muerte de un ser querido, un divorcio, la jubilación, una mudanza, el nacimiento de un nieto... Cada una de esas situaciones perturba el equilibrio mental y nos obliga a realizar un esfuerzo de adaptación para volver a situarnos en la nueva realidad. Ese esfuerzo afecta a nuestra memoria, que es el hilo conductor de esa película que es nuestra vida y de nuestras relaciones con los demás.
La soledad y el sentimiento de inutilidad tienen también consecuencias serias. Cuando carecemos de ganas o de oportunidades para comunicar lo que hacemos, lo que somos, la memoria se debilita. Una mala higiene de vida o un tratamiento farmacológico pueden convertirse también en enemigos de la memoria. Por el contrario, el interés por las cosas, el deseo de disfrutar de la vida y de las relaciones sociales constituyen excelentes carburantes.
Otro punto en el que los especialistas están de acuerdo: ¡la memoria solo se gasta cuando no se utiliza! De hecho -y al contrario de lo que se creía hace apenas diez años-, el cerebro, sede de la memoria, no contiene una reserva limitada de neuronas que se reduce irremediablemente con el paso de los años. La realidad es que el cerebro humano puede crear cada día nuevas neuronas a partir de «neuronas madre» que solo requieren estimulación para desarrollarse.
De ahí la importancia de hacer trabajar la memoria y las funciones intelectuales. Es el mejor modo de despertar un cerebro embotado y de recuperar la confianza en las propias capacidades. En cambio, cuanto más nos preocupemos por nuestra memoria, peor nos concentraremos y menos capacidad de recuerdo tendremos. Todo un círculo vicioso...
Consejos para mejorar la memoria
- Jugar. Los juegos que exigen reflexión, los juegos con palabras (crucigramas, sopa de letras, etc.), los cuestionarios y test, los juegos de estrategia... son excelentes para la memoria porque la mantienen en estado de alerta, pero en una situación placentera y positiva.
- Aprender cosas útiles. Aprender siempre es bueno, pero aprender cosas útiles es especialmente bueno para la memoria. Por ejemplo, memorizar los números de teléfono de los familiares más cercanos es más útil que recordar la lista de los títulos de bolsa que componen el IBEX 35.
- Dormir. Mientras dormimos, el cerebro selecciona y clasifica los recuerdos de la jornada. Durante el sueño paradójico, las neuronas organizan las informaciones recibidas a lo largo del día, consolidando así los recuerdos para el futuro. Por eso, en la medida de lo posible, conviene reemplazar los somníferos por tisanas de tila, valeriana, pasiflora, manzanilla...
- Comer de forma sana. Una alimentación equilibrada favorece el buen funcionamiento del cerebro. Eso no quiere decir que haya que comer pescado en cada comida (aún se debate el papel del fósforo en la memoria). El carburante básico del cerebro es la glucosa: la absorbe a razón de 5 gramos por hora y no tiene capacidad para almacenarla. Los mejores azúcares son los que aportan los hidratos de carbono de absorción lenta, como las legumbres y la pasta, el pan y los cereales integrales.
- No beber demasiado. El exceso de alcohol provoca lesiones neuronales que alteran la memoria.
- Corregir los problemas visuales y auditivos. La vista y el oído son sentidos esenciales que nutren la memoria y nos ayudan a recordar las cosas. Es muy importante acudir a revisiones periódicas y corregir los problemas cuando se presentan.
- Desarrollar el interés. La curiosidad por el entorno, las ganas de aprender y comprender, la lectura de libros y periódicos, la salida a espectáculos y al cine... Cuantos más intereses alimentemos en la vida, mejor funcionará nuestra memoria.
- ¡Olvidar! Puede sonar paradójico, pero no lo es. Lo que resulta ilusorio es pretender conservar en la memoria todas las informaciones recibidas. Hay que seleccionar y, finalmente, conservar en el recuerdo solo las cosas que nos ayudan a vivir mejor. ¡Las demás se pueden olvidar! Los especialistas consideran que habría que olvidar el 90% de las informaciones recibidas durante el día. Una vez utilizadas para las necesidades cotidianas, mantenerlas en la memoria es un esfuerzo inútil.
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