Enfrentarse al Alzheimer es especialmente doloroso para los hijos
La amenaza de la dependencia
Cada vez son más los mayores jubilados que se enfrentan al problema del envejecimiento de sus propios padres.
Enfrentarse al envejecimiento de nuestros progenitores es aún más doloroso de vivir y complicada de resolver cuando los padres tienen dificultades para desenvolverse por sí mismos en la vida cotidiana. La incapacidad para vivir solo tiene un nombre: dependencia. Aunque la edad no es la única responsable, no puede negarse que el riesgo de dependencia aumenta con los años. La dependencia está sin duda ligada a la aparición o agravamiento de enfermedades como la de Alzheimer, a depresiones y otros problemas psicológicos e, incluso, a traumatismos, como la fractura del cuello del fémur.
Existen dos formas de dependencia:
• La dependencia física, que sobreviene a veces de forma brutal, y otras de manera insidiosa, lenta y difícil de percibir tanto por quien la padece como por el entorno.
•La dependencia mental o psíquica, que sobreviene generalmente de forma progresiva.
La comunicación y los razonamientos de la persona afectada pierden coherencia gradualmente, lo que acaba privándola de la capacidad para expresar sus necesidades y para cuidar de sí misma.
¿Qué hacer frente a la dependencia de un familiar cercano? ¿Cómo actuar y reaccionar? Depender de otras personas es, sobre todo, depender de la familia, del entorno directo.
En la mayoría de casos, las familias consideran su apoyo y ayuda como algo natural. Pero esa forma de pensar conlleva un peso enorme, tanto en el plano material como en el psicológico y el físico.
Frente a una situación de dependencia, es muy importante que un médico valore el estado de salud de la persona dependiente, para establecer el grado de gravedad de su caso, las probabilidades de mejoría, el carácter provisional o definitivo de su situación... Las decisiones relativas al alojamiento y los cuidados deben tomarse con la participación del médico, la persona afectada y su entorno próximo. Incluso en los casos de dependencia mental, es indispensable que la persona afectada participe en las decisiones que le conciernen y tenga la información más precisa posible.
La enfermedad de Alzheimer
La temible enfermedad de Alzheimer, que afecta en España a más de 500 000 personas -las cifras varían según las distintas fuentes-, conduce al deterioro progresivo e irremediable de las facultades intelectuales. Se puede tratar cuando su grado es bajo o moderado.
Por eso es imprescindible descubrir cuanto antes los síntomas precursores de esta enfermedad, que afectará a un mayor número de personas debido al envejecimiento de la población española.
¿Cuáles son las señales de alerta?
• Fallos de memoria.
Son el síntoma más precoz y más frecuente en las personas mayores. En el primer estadio de la enfermedad, afectan sobre todo a los hechos recientes. No se trata tanto de olvidos como de fallos en la codificación: las informaciones no son registradas. Sin embargo, tampoco hay que ser excesivamente alarmistas: a partir de los 50 años, una de cada dos personas se queja de su falta de memoria. No hay que inquietarse si una persona no recuerda un nombre o una fecha que luego le viene a la cabeza en el momento menos pensado. Estos fallos de memoria son enojosos, pero poco importantes la mayoría de las veces. Lo preocupante son los fallos que afectan a la vida cotidiana: olvido de una cita, no acordarse de lo que uno iba a comprar, etc. En estas circunstancias, conviene consultar al médico.
• Problemas espacio-temporales.
Los fallos de memoria suelen ir acompañados de dificultades para situarse en el tiempo. A todos nos ha pasado alguna vez no saber si estamos a martes o a miércoles, si es el 5 o el 6 de junio... Eso no es inquietante, especialmente si las actividades no varían mucho de un día a otro. Ya es más preocupante olvidar el mes o el año en que uno vive. Las dificultades para orientarse en el espacio son otra manifestación muy frecuente del Alzheimer. Adquieren proporciones espectaculares en los estadios avanzados de la enfermedad, pero pueden aparecer discretamente en un estadio precoz: por ejemplo, la persona afectada tiende a perderse en su propio barrio, de tal forma que va reduciendo el perímetro de sus desplazamientos. Otra manifestación del mismo problema consiste en que la persona afectada va dejando objetos en lugares inapropiados.
• Problemas de lenguaje.
Una persona que solía utilizar siempre la palabra justa y adecuada de pronto empieza a utilizar en sus frases genéricos como «cosa», «eso», etc. Más tarde, al no encontrar la palabra apropiada, trata de salvar la dificultad utilizando otras como, por ejemplo, «ese chisme para escribir» en lugar de «lápiz», porque esta se le escapa. Paralelamente, va empleando términos inapropiados en el lugar de las palabras que ha olvidado. Al escribir, también aparecen los mismos problemas.
• Incapacidad para comprender
Las nociones abstractas. Una persona con Alzheimer olvida totalmente el significado de los números, hasta el punto de ignorar lo que significa su cumpleaños. Hay manifestaciones que pueden ser signos precursores de la enfermedad, aunque su interpretación depende del carácter de cada persona. Hay «cabezas de chorlito» que nunca saben dónde dejan las llaves o las gafas, así que no conviene alarmarse si les sigue ocurriendo cuando han pasado de los 80. Por el contrario, es preocupante que un viejo profesor de matemáticas no logre hacer una operación elemental de cálculo.
Indicadores en la vida cotidiana
No es fácil distinguir entre los síntomas sin importancia y los verdaderamente anunciadores de la enfermedad. Aunque no hay métodos infalibles, un amplio estudio llevado a cabo entre personas mayores ha demostrado que existe una correlación entre determinadas dificultades en la vida cotidiana y la probabilidad de padecer la enfermedad de Alzheimer. Hay algunos puntos especialmente reveladores:
• Dificultad para controlar su economía. Por ejemplo, hacer la declaración de la renta se convierte, de repente, en una tarea imposible.
• Dificultad para controlar los desplazamientos. Tanto en coche como en autobús, los desplazamientos se complican. Con frecuencia, se toma la dirección opuesta o se elige mal en un cruce importante.
• Dificultad para utilizar el teléfono. Se olvidan los números de teléfono de los hijos o se quiere llamar a uno marcando el número del otro...
• Errores en la toma de la medicación. La persona afectada confunde con frecuencia las gotas que se toma por la mañana con las píldoras del mediodía o la pastilla de antes de dormir.
• Cambios frecuentes de humor o de comportamiento.
• Cambios de personalidad.
• Falta de entusiasmo.
Como ya se ha dicho anteriormente, todo depende del individuo y del contexto pero, si se observa que una persona próxima tiene dificultades en alguna de estas actividades, lo mejor es acudir al médico.
Factores de riesgo
No todas las personas tienen el mismo riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer.
Entre los factores de riesgo figuran los siguientes:
• Edad. La incidencia de la enfermedad es mayor en las personas de más de 80 años.
• Sexo. A igual edad, la enfermedad es más frecuente en las mujeres.
• Herencia. Al margen de las variedades denominadas familiares de la enfermedad, que no representan más que una pequeña proporción de casos, el hecho de que un ascendiente haya desarrollado Alzheimer es considerado un factor de riesgo.
• Problemas vasculares. Las personas que hayan sufrido accidentes vasculares son más propensas que la media a padecer la enfermedad.
• Aunque el nivel educativo no es un factor de riesgo propiamente dicho, parece demostrado que un nivel cultural elevado permite compensar durante más tiempo los problemas y retrasar la aparición de los síntomas.
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